30 de septiembre de 2013

Sonata de porcelana.

Estreno el blog (porque me niego a llamar a las presentaciones como estreno) con la poesía que da título al mismo. No es mi favorita ni de lejos, pero el nombre realmente me gusta, así que ahí va.


Sé que llovían notas sobre el aparador,
partiendo de la chimenea con afán rociador,
el piano había fracasado al bramar con dolor,
y el salón aguardaba cual curioso espectador.
   {Y la porcelana su sueño vigilaba.}

Hojas descansaban en sus hombros marchitos,
los ventanales hacía mucho que murmuraban malditos,
y las doce anunciaba el cuco con sus gorgoritos,
cuando sus ojos se abrieron lamentando ser reescritos.
   {Y la porcelana su voz ansiaba.}

El frío sobre el teclado sus dedos había doblado,
al retorcerlos había un sonido de dolor de él brotado.
«¿Cuánto tiempo hace ya que he sido así castigado?
¿Desde cuándo de la muerte he sido salvado?»
   {Y la porcelana contestar reclamaba.}

Dejó atrás el piano, corrió a la fogata,
se arrodilló junto a ella y descubrió una compañía novata,
reparó en la muñeca que en silencio reclamaba su sonata.
Avanzó hacia ella, la tomó con su manto de plata.
   {Y la porcelana latir deseaba.}

«¿Quién va? ¿Acaso eres de lejanas tierras venida?
Pues recuerdo no haberte visto en la que era mi vida.
Mas, oh, ¿por qué me eres entonces tan parecida?
¿Dónde yace Blanca Flor, la amada mía?»
   {Y la porcelana llorar suplicaba.}

El joven comprendió, de sus manos ella se deslizó,
en miles de trozos albos se fragmentó,
él todos los recogió y llorando del corazón los besó,
a su piano volvió y con su amada se reunió.
   {Y la porcelana con aquel se esfumaba.}

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