6 de febrero de 2014

El Mijs de antes lo habría entendido

Bastian tenía la radio encendida cuando entré en la caravana. Estaba tumbado boca arriba en su litera, con las manos cruzadas en el pecho, como si se creyese Jesucristo o algo así.
—Buenas —saludé.
—Buenas —contestó.
Me senté en la encimera de la cocina y empecé a pegar mordiscos a la manzana.
Durante un buen rato lo único que se escucharon fueron mordiscos y la música de la radio muy muy baja, con ese ruido de fondo que siempre hay en las radios.
Cuando presté atención a la música me di cuenta de que no la había oído en mi vida.
También me di cuenta de que nunca había visto a Bastian escuchando música.
—¿Qué escuchas?
—No lo sé.
—¿No lo sabes?
—Creo que es un tío polaco.
Me sorprendí.
—No sabía que hablases polaco.
—No lo hablo.
—¿Y escuchas a un cantante polaco?
—Sí.
—Lógico —ironicé.
Seguí comiendo. Masticar empezaba a convertirse en un proceso no demasiado doloroso y los dientes comenzaban a tomar conciencia de sí mismos.
Bastian se tomó un tiempo para sí mismo antes de volver a hablar.
—Espero no aprender polaco nunca.
—¿Y eso?
—Porque entonces entendería la letra.
—A la gente le suelen gustar esas cosas.
—A mí no.
—A mí sí.
—¿Por qué?
—Porque la letra es importante en una canción.
—¿Por qué?
—Yo qué sé, Bast, porque lo es.
—A mí no me lo parece.
Tragar sí que dolía.
—Es tu opinión —concedí, zanjando el tema.
—Antes escuchaba música en francés —confesó—. Pero entonces empecé a comprender lo que significaban las palabras por las veces que se repetían y el tono de las voces, así que tuve que dejar de escuchar música en francés.
—¿Por qué polaco de todos modos?
—Decían que era el idioma más complicado de aprender.
—Y no lo quieres aprender.
—Rezo para no hacerlo.
—Tú nunca rezas —le espeté.
—Para esto sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario